Cartografía o pequeño manual de aproximación a la obra de María Dávila / Pedro Osakar

En un reciente trabajo crítico que escribió María Dávila a propósito de su proyecto investigador en arte, explicaba como lo textual no pretendía ser comentario o ensayo analítico, más bien inicio, rodeo, retorno, y punto de partida de nuevo, en un constante re-plantearse, este hacer, este ver, este estado de formas visuales y posibles interpretables. La escritura y las imágenes son mundos paralelos que habitan en nuestra mente con correspondencias y préstamos en ambas direcciones.

Estamos ahora en el lado de las palabras y con ellas haremos una aproximación al trabajo creativo en imágenes que nos propone María Dávila. Un trabajo que supone un importante salto adelante por renovar las estrategias dialécticas, entre una práctica de la pintura y el empleo de la imagen fotográfica como referente. Un trabajo muy meditado que arranca en 2011, a través de dibujos y pinturas, capaces de definir en sí mismos, un punto de partida. A partir de entonces, inicia una gran producción de pequeños cuadros, elaborados en series, de los que se desprenderá una decidida intención analítica, para profundizar y avanzar en este importante tema del arte contemporáneo.

De agua y sombra: retórica pictórica de María Dávila / Polaroid Star

Quien inventa los objetos es maestro en disponerlos de manera capaz de recibir las luces y las sombras tal y como las desea en su cuadro.
Roger de Piles, Cours de peinture par principes (1708)

 

Estimado lector, me temo que he de comenzar a dirigirme a usted con una advertencia preliminar: estas líneas le presuponen una previa experiencia contemplativa de la presencia de las pinturas de María Dávila de que se ocupan, pues la irreductibilidad de tales obras a su reproducción –obvia cualidad intrínseca a su naturaleza pictórica- es en su caso extremadamente marcada. Reclaman del espectador la conciencia de que esta artista inventa objetos. Su resistencia a la retórica del texto, al logocentrismo analítico, cifran, por tanto, el riesgo del comentario que empiezo escribir, por lo que, asumiendo el lance, habré de llevarlo hacia terrenos menos pantanosos que los que una descripción crítica al uso podría trazar.

Ante todo, me parece que establecer las condiciones de trabajo con la representación mediante la pintura que aquí se despliegan será un buen modo de acercarnos a su complejidad. De hecho, no creo errar si aventuro que esta labor pictórica comienza mucho antes de su materialización sobre la tela, remitiéndonos a problemas muy anteriores a los de tal naturaleza. Encontramos aquí cuestiones relativas a los fundamentos de la representación, a las razones y funciones de la imagen respecto a la realidad y, especialmente, a una tremenda conciencia del destino contemplativo de los objetos que se pretende producir. Ello implica una conceptualización de la actividad de hacer un cuadro que, sin duda, dota de potentes argumentos al desarrollo del proyecto pictórico cuando llega el momento de abordar el lienzo. El cuadro es una imagen que es mucho más. Es pintura, esto es, una operación intelectual que se realiza en y con las miradas, tan diferentes, del autor y del espectador. Y es ahí, en esa compleja comunión de actos de mirar, donde me parece que María Dávila estructura la razón fundante de su trabajo.